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Ciudad sin ciudadanos

  • Foto del escritor: Ricardo Pérez Restrepo
    Ricardo Pérez Restrepo
  • 17 mar 2023
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 28 sept 2024

Hoy se publicó en NoApto una reflexión sobre la gentrificación, escrita por Pablo Estrada, y que pueden leer aquí. Aunque celebro cada voz que se une al debate sobre este tema, tengo grandes diferencias de fondo con la reflexión de Pablo, que quisiera compartir aquí.


Empecemos por definir el concepto. Aunque muchas personas hablan de gentrificación, la difusión del debate vino acompañada de una pérdida de significado y mucha confusión. Pablo habla de “desplazamiento de clases medias empobrecidas por extranjeros” y, aunque esa es una de sus posibles consecuencia, no lo describe del todo.


La gentrificación es el fenómeno de transformación urbana más grande y potente de los últimos siglos. Es el resultado inevitable de un sistema político y económico que puso por encima de las personas a la creación y acumulación de capital. En ese sentido, no es un error ni un accidente, sino una serie de decisiones que priorizan las necesidades del mercado sobre las necesidades de los habitantes. Así la han descrito sociólogos urbanos como David Harvey y Peter Moskowitz.


Es el resultado inevitable de un sistema político y económico que puso por encima de las personas a la creación y acumulación de capital

Por eso, difiero con Pablo en decir que "lo más grave que tiene Medellín hoy en relación con el turismo es la explotación sexual" (que también es un problema gravísimo, cabe aclarar). Puede que sea un asunto más hiriente, menos moral y más visible, pero la escala de la gentrificación hace que sea por lo menos igual de grave que la explotación sexual. Lo podrido del primero es comparado con lo extenso de lo segundo: la gentrificación es un problema público que nos afecta a todos.


No se trata, y decirlo así me parece una fantochada, de “un problema de privilegiados”. Hace días caminaba por el Sinaí y me quedaba aterrado al ver como una pieza sin alcantarillado ni agua potable costaba 500.000 pesos mensuales. Pregunten también cuánto está costando un arriendo en la Comuna 13, o cuántas vacunas tienen que pagar los comercios en las escaleras eléctricas. En Laureles, en Manila o en Simón Bolívar la fiesta se está tomando las calles, y cada vez hay menos residentes en algunos de los barrios más tradicionales de nuestro Valle.


Lo que pasa con la gentrificación es que tiene un efecto dominó: cada nivel económico desplaza al nivel inmediatamente más bajo, de forma que al final todos, sin importante la zona o los ingresos, terminan perjudicados. Quizá sea visible el aumento del precio de la cerveza local, pero también está subiendo todo. Y no sólo eso: docenas de comercios pequeños (tiendas, barberías, legumbrerías, misceláneas y mucho más) están cerrando mensualmente para darle paso a cafés, librerías, “bistro” y cuanta cosa pueda llamar extranjeros.


En lo que sí estoy de acuerdo con Pablo es que la culpa no es de los gringos que vienen a pasear o a vivir aquí. Pero tampoco son “paisas aprovechados” dueños de un par de apartamentos. Mucho menos hay que decir que la ciudadanía tuvo protagonismo en esto.

Los culpables son quienes diseñaron el sistema que trajo esta hiperinflación de turistas a Medellín, con venia incluida. Quienes implementaron el Plan de Ordenamiento Territorial que quería renovar a Medellín, pero sin ninguna consideración social. La culpa es de quienes, advirtiendo el problema, han omitido implementar regulaciones serias para la vivienda de corto plazo. Pero esto tampoco es un asunto de la administración actual. Se necesitan muchos años para que el fenómeno que estamos viviendo hoy se consolide. Hemos tenido varias administraciones que, queriendo ubicar una vez más a Medellín en el mapa global, sacrificaron todo lo que se necesitó para que el mundo volteara sus ojos hacia la ciudad.


Los culpables son quienes diseñaron el sistema que trajo esta hiperinflación de turistas a Medellín, con venia incluida.

Lo cierto es que a Medellín la está arrollando la aplanadora del turismo. Así como hizo con Yucatán, Barcelona y muchos lugares del mundo. Lo preocupante es que todos los días los gobernantes deciden que la situación se mantenga así. Pablo sugiere que necesitamos una “posición de ciudad”, pero creo que eso no serviría para nada. Medellín necesita transformar su política de construcción de vivienda en una política social de vivienda.


Necesitamos regulaciones que pongan primero a la gente, y de segundo a la plata. Que prioricen la calidad de vida de los habitantes antes que a la calidad del paseo de los gringos.


Es eso, o vamos a terminar con una ciudad sin ciudadanos.


Fotografía: El Colombiano

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