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¿Cómo mejorar la movilidad de una ciudad que está lejos de ella misma?

  • Foto del escritor: Daniel Álvarez
    Daniel Álvarez
  • 2 oct 2024
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 13 nov 2024

No deberíamos permitir que las promesas de gobierno queden en el olvido. Siendo así, tendríamos que recodar las palabras que alguna vez dijo el actual alcalde Federico Gutiérrez. En su primera administración, afirmó con convicción: “una de las estrategias más importantes para reducir la brecha social es la inversión en los sistemas de transporte público”. Hoy, más que nunca, necesitamos que esas palabras se conviertan en acción. Medellín ha llegado un punto insostenible en términos de transporte. La congestión es insoportable. El transporte público, que debería ser la opción rápida, cómoda y barata, poco tiene de esto. La ciudad está clamando por un transporte público digno y eficiente, que mejore la calidad de vida de todos los medellinenses.  

 

Lastimosamente a día de hoy esas promesas se desvanecieron en el aire. A pesar de ellas, el actual programa de gobierno no incluye propuestas concretas para la expansión de las ciclovías ni hace inversiones estratégicas en el mejoramiento del sistema metro. 


La falta de compromiso en este aspecto refleja una oportunidad desaprovechada para avanzar hacia una movilidad más inclusiva, segura y amigable con el medio ambiente, especialmente en un momento donde la congestión vehicular es crítica. 

Más que decepcionante, esto nos debería preocupar. Las ciclovías juegan un papel clave en la movilidad sostenible y la reducción del uso de vehículos privados. Sin infraestructura segura, no muchos son capaces de arriesgar su vida por apostarle a una ciudad más verde. Más aún, si la alternativa es un transporte público incómodo, todo incita a la compra y el uso del vehículo privado.  

 

A medida que más personas optan por el automóvil, la congestión aumenta. Si la respuesta para esto es la construcción de más infraestructura vial en lugar de soluciones sostenibles, es la administración quien perpetúa un círculo vicioso que agrava los problemas de movilidad. Este aumento desmedido de vehículos privados ha traído consigo externalidades negativas significativas, como la contaminación del aire, el aumento de los niveles de ruido y el deterioro de la salud pública. Como si no fuera poco, esto también resulta en que buena parte de la ciudad (hasta el 60% de la superficie, según algunos cálculos) esté dedicada casi exclusivamente a los carros. A pesar de estas consecuencias, la planificación urbana sigue priorizando el automóvil, desplazando la inversión de los sistemas de transporte público y perpetuando un modelo de movilidad insostenible que agrava la situación actual. 

 

Desde La Otra Ciudad queremos hacer un llamado a la acción. Una invitación a poner el bienestar de los habitantes del valle de aburrá por encima de los intereses de la industria automotriz. A replantear nuestras prioridades para construir una ciudad más habitable con soluciones eficaces e inmediatas, donde se le apueste a la movilidad sostenible, segura y competitiva, Soñemos un futuro con un transporte público inclusivo, en donde las mujeres se sientan seguras, uno en donde no se discrimine por limitaciones de movilidad, que se incentive la caminata como medio de transporte. Imaginemos una ciudad en la que, utilizando la tarjeta Cívica, podamos acceder a todas las rutas de transporte público; donde los autobuses sean cómodos, eléctricos; en la que estos sistemas cuenten con carriles exclusivos y conecten eficientemente las comunas. Una ciudad donde los ciudadanos puedan consultar en tiempo real la información sobre las rutas.


Solo cuando se logre reducir la dependencia del automóvil y fortalecer la infraestructura del transporte masivo, la ciudad podrá acercarse a sí misma y mejorar la calidad de vida de sus habitantes. 

 

Medellín se enfrenta a una coyuntura crítica. ¿Seguiremos repitiendo los errores del pasado o tomaremos decisiones audaces para transformar nuestra movilidad? Las promesas hechas no pueden quedar en el aire, especialmente cuando la calidad de vida de los ciudadanos está en juego. Es momento de convertir las palabras en acciones concretas, que marquen un antes y un después en la historia de Medellín.  

 

Alcalde: no deje que sus promesas se queden en palabras. Haga de ellas una realidad transformadora. 


Fotografía: El Colombiano

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