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El agua en Medellín: oculta y canalizada

  • Foto del escritor: Laura Patiño
    Laura Patiño
  • 13 nov 2024
  • 3 Min. de lectura

Del agua surge la vida, pero en las ciudades hemos preferido ocultarla, confinándola en canales y enterrándola en cemento. Suele decirse que el río Medellín atraviesa la ciudad de sur a norte, pero no debemos olvidar que existía mucho antes de que como seres humanos decidiéramos asentarnos alrededor de él. Su curso ha sido testigo de todas las transformaciones que la actividad humana ha dejado a su paso, y nuestra relación con este cuerpo de agua ha tenido transiciones marcadas por el paso de los años.


En décadas pasadas el río Medellín era un lugar de encuentro, baño y esparcimiento. El río invitaba a la recreación, era parte integral de la vida cotidiana y la cultura de quienes habitaban el Valle. Sin embargo, entre 1940 y 1950 la población de la ciudad se duplicó, lo cual llevó a una invasión progresiva de sus cauces. 


El agua empezó a verse más como un obstáculo que como parte esencial de nuestro ecosistema.

En un intento por controlar las inundaciones, los malos olores y contaminación, se iniciaron obras de canalización y sepultura de las quebradas y el propio río.  


Los cursos de agua fueron confinados en canales de cemento, sacrificando su libertad de movimiento. Al no saber cómo gestionar los problemas derivados de las inundaciones y contaminación en ríos y quebradas, optamos por ocultarlas, pareciera que la abundancia de agua a nuestro alrededor estorbara. Esta decisión ha desconectado a las quebradas de su entorno natural, interrumpiendo los procesos ecológicos que sostienen y afectan nuestra relación con ellas. ¿Cómo podemos vincularnos con aquello que hemos apartado de nuestra vista?


Como sociedad, hemos enfocado nuestros esfuerzos en garantizar agua limpia para el propio consumo, pero hemos ignorado a otras especies y formas de vida que también albergan las quebradas y dependen de ellas para sobrevivir. Al canalizar y enterrar los cursos de agua en las zonas urbanas, hemos deteriorado su riqueza ambiental, lo que además ha incrementado la frecuencia de inundaciones, especialmente en el contexto de crisis climática.


Aunque Medellín cuenta con 4,217 quebradas que suman 1,888 kilómetros de agua, el 92% del agua consumida en el Valle de Aburrá proviene de cuencas externas ubicadas a decenas de kilómetros (Mejía, 2021). La ciudad se encuentra desconectada de su entorno natural y enfrenta una crisis de dependencia hídrica, las fuentes externas están cada vez más amenazadas por la intervención humana. Paradójicamente estamos rodeados de cuerpos de agua, pero dependemos ecológicamente de fuentes distantes.


Este escenario nos invita a reflexionar sobre nuestra relación con los cuerpos de agua en la ciudad.


¿Cómo podemos revitalizar el agua en una ciudad dominada por el cemento y los automóviles? ¿Qué sucedería si destapáramos las quebradas y creáramos espacios públicos a su alrededor, restaurándolas como corredores ecológicos en el corazón urbano?

Cada vez más ciudades están mirando hacia el agua como una oportunidad para conectar con la naturaleza y construir espacios donde la vida urbana y los ecosistemas coexistan en armonía. Estos proyectos no solo recuperan ríos y áreas anteriormente contaminadas, sino que también ofrecen beneficios ambientales cruciales: reducen el efecto de isla de calor, mejoran la calidad del aire, capturan carbono, disminuyen el ruido, y crean corredores de biodiversidad.


Finalmente, abrir el acceso a los cuerpos de agua en zonas urbanas transforma espacios cerrados en áreas públicas vivas, donde la comunidad puede disfrutar y valorar su entorno natural. La posibilidad de convivir con el agua en la ciudad es una apuesta por un futuro en el que los ecosistemas urbanos y la vida cotidiana fluyan juntos, contribuyendo a enfrentar la crisis climática y a mejorar nuestra calidad de vida, que permitan entendernos como parte de un sistema vivo e interconectado que va más allá de las necesidades humanas y respeta el valor de todas las formas de vida. 

Fotografía: Revista Semana.

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