La crisis de vivienda, ¿un problema de ciudad o de región?
- Ricardo Pérez Restrepo
- 16 oct 2024
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 22 oct 2024
Medellín ha sido, desde hace unos veinte años, un referente mundial de urbanismo. Innovación en el transporte público, en la gestión de los recursos y en el desarrollo de programas sociales nos hicieron un caso de éxito. Aunque mucho de eso se ha perdido, hoy nos encontramos frente a una administración que tiene la oportunidad de poner nuevamente en marcha a Medellín.
¿Cuál es el contexto en el que el alcalde llega a gobernar? Las ciudades de todo el mundo están creciendo, mientras que la población rural se reduce. Latinoamérica es la región más urbanizada del mundo, con más del 85% de sus habitantes residiendo en asentamientos urbanos. Adicionalmente, nos encontramos enfrentamos a una policrisis global: un cúmulo de crisis (ambientales, económicas, sociales y políticas) que se interconectan y agravan entre sí.
Sin mucho orgullo, pero convencidos, podemos afirmar que Medellín colapsó como ciudad en los últimos 5 o 6 años. Luego de la pandemia, el boom del turismo, la crisis del costo de vida y la inflación hicieron que desde el más pobre hasta el más rico sintieran cómo la ciudad fuera “invivible”. Este incremento en el costo de vida se vio especialmente reflejado, en el caso particular de Medellín, en un aumento desmedido del precio de la vivienda, y específicamente en el precio de los arrendamientos.
Aunque no hay una sola causa, las políticas de suelo de la ciudad sí son un elemento crucial. La especulación inmobiliaria que no ha sido regulada, sumada a unas obligaciones urbanísticas que no responden a la realidad actual, son dos factores que sumados son indicativos de por qué la situación escaló tan rápidamente. Si comparamos a Medellín con el resto del AMVA, es poco atractivo construir vivienda en el núcleo metropolitano. El problema es que justamente ahí es donde están los empleos, los servicios y el transporte público. Si la oferta de vivienda se ofrece en la periferia, otros sistemas (particularmente la movilidad) comienzan a colapsar.
¿Hay esperanzas para esta administración? Sí. Justamente este año, Medellín tiene la oportunidad de realizar la revisión de mediano plazo de su Plan de Ordenamiento Territorial. Este ejercicio definirá el futuro urbano de la ciudad para los próximos quince años. La administración tiene todos los recursos académicos y técnicos para hacerlo bien: desde el año pasado la agenda urbana ha analizado problemas como la gentrificación, la conectividad ecológica, el ruido, el turismo y mucho más. Adicionalmente, muchos actores (incluyendo a LaOtraCiudad) nos mostramos dispuestos a contribuir.
Sin embargo, lo que no puede volver a suceder es que Medellín (ni ningún municipio del AMVA) se planee solo.
La interconexión urbanística de los municipios que forman el Área Metropolitana tiene que verse reflejada en sus POT, de manera que mancomunadamente se resuelvan problemas que son, al final de todos. Por ejemplo, sistemas de transporte masivos como el Metro dependen del trabajo conjunto de varios municipios.
Del mismo modo, la vivienda es un tema de preocupación regional. La presión inmobiliaria de Medellín terminará por afectar no solo al AMVA, sino también al Valle de San Nicolás y Occidente Cercano, o como el profesor Luis Fernando González llama, “los tres valles”. No se puede esperar más cuando tenemos desplazamiento de clases altas causadas por la gentrificación, y de clases bajas causadas por la crisis de costo de vida, sumado a una migración nacional e internacional que no se detiene. Quizá, en este sentido, la reflexión más pertinente no sea cómo hacer que construir vivienda en Medellín sea más barato, sino cómo podemos hacer más atractivo vivir en otras ciudades intermedias de Antioquia.
Para que esto suceda, necesitamos un cambio en la política urbana. Los gobiernos nacionales y regionales deben reconocer el valor de las ciudades intermedias y apoyarlas con políticas y financiación adecuadas. Esto incluye invertir en infraestructura, espacios públicos y viviendas asequibles, así como en estrategias de desarrollo que consideren las necesidades sociales y ambientales.
Se trata también de hacer que las discusiones urbanas dejen la obsesión localista, y que se comience a contemplar la regional que siguen.
Aceptar que el incremento desproporcionado de vivienda en Sabaneta y Bello contribuyen a que la movilidad de Medellín colapse diariamente. También, que mantener el modelo de vivienda suburbana en Rionegro, La Unión o La Ceja es insostenible cuando miles de habitantes de Medellín, muchos más de los proyectados, han comenzado a residir en Oriente.
Que el gobernador de Antioquia y el alcalde de Medellín hayan llegado como una dupla a sus cargos es una oportunidad de oro. Pero las oportunidades, por buenas que sean, se pueden desaprovechar. Queda en nosotros hacer un ejercicio ciudadano consciente y decidido para exigir que tanto a Medellín como a Antioquia se la piense con rigor, con innovación y con prospectiva. Merecemos ciudades sanas, seguras, verdes y vivas. Construirlas será un trabajo de todos, o lastimosamente no será.
Fotografía: Alcaldía de Medellín
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